Lo importante no es saber cuando podemos mirar a una persona a sus ojos, si no saber descubrir la magia que hay en ellos...

jueves, 15 de agosto de 2013

Capítulo 20: De vuelta a...

Indara se dirigió a la puerta de salida y dejó el libro sobre una de las rejas de la ventana que se posicionaba al lado de la puerta principal de la casa.
 Agarró su varita y conjuró el hechizo que había seleccionado y pronunció unas palabras (las cuales resultaron muy extrañas a Dylan).


Para su sorpresa, no ocurrió nada y la varita de Indara dejó de relucir instantáneamente.


-¿Qué ocurre? -preguntó Dylan.


-No puedo hacer el hechizo -suspiró Indara.


-¿Por qué?


-No lo sé, es como si... no estuviesen en un lugar al que podamos acceder desde aquí, desde Dahelya -dijo golpeando repetidamente la punta de su varita con la palma de la punta de la mano, como si quisiese reanimarla con esos golpecitos.


-Y dónde pueden estar sino -dijo Dylan, incrédulo-. Es imposible que no estén en Dahelya, ¿dónde estarían...? -Dylan se percató en ese momento donde estaban.


Indara dió por hecho de que Dylan sabía a que se estaba refiriendo y se apoyó sobre uno de los muros de la casa. Se puso las manos en la cabeza y se convenció a si misma de que era una idea estúpida, que no podían estar allí, no se podrían haber teletransportado hasta que no contasen con el Libro, el cuál tenía Jake. ¿O no?


-El Libro... -susurró.


*     *     *     *     *     *


-¡Jake! ¡Mira, mira esto! -gritó Kerya.


-¿Qué quieres ahora? -contestó Jake, agotado-. Llevas la tarde entera llamándome para tonterías. Relájate, tenemos tres días, no te estreses.


-No, no -habló nerviosa-, ahora no es ninguna tontería- recalcó las palabras "ninguna tontería" imitando la voz de Jake-. El Libro, el Libro de Hechizos no está, y esa ventana no estaba abierta la última vez que entré aquí. No crees que es un poco, no sé, ¿casualidad? -recalcó la palabra casualidad con empeño.


Jake puso los ojos en blanco.


-Habrán sido los guardias, lo revolvieron todo -soltó dirigiéndose a la puerta de salida, sin darse la vuelta.


 Salió por la puerta, pero antes de irse, volvió a mirar a Kerya.


-Descansa -consiguió decir con una sonrisa cansada-, lo necesitas. Estás paranoica, han ocurrido muchas cosas, descansa -repitió.


-Pero, no me entiendes, es que les... -intentó decir Kerya a Jake, pero ya se había ido- ...vi.


Se mordió el labio inferior, pensando en como decirle que Kerya sabía por dónde se habían ido, sin que se enfadara. Si ya se lo hubiese dicho, probablemente los habrían encontrado.


*     *     *     *     *     *


Caímos torpemente sobre la arena de la playa. Jonathan y yo conseguimos mantenernos de pie al caer, pero Christine perdió el equilibrio y se cayó de lado.
Los tres miramos a nuestro alrededor.
Una tormenta de recuerdos llegó a mi mente igual de rápido que las olas de aquella playa. ¿Cómo ha podido ocurrir así de fácil? Tan sólo abrir las páginas de un libro, pronunciar lo primero que se te ocurre al leer un hechizo en dahelyano y... ¿llegar aquí?


-Esto no es Dahelya -susurró Christine.


-Esto es una playa -susurró Jonathan.


Christine y yo nos giramos para mirar a Jonathan. Enarqué una ceja y Christine soltó una pequeña risa por la nariz.


-No me digas -dijimos al unísono Christine y yo, irónicamente.


-No nos habíamos dado cuenta -Christine puso los ojos en blanco.


-Pero no puede ser -dije caminando hacia la orilla.


-¿Qué no puede ser? -cuestionó Jonathan.


-Que esta es la playa donde Jake me secuestró -Jonathan me lanzó una mirada extraña y Christine volvió a soltar una pequeña risita por la nariz.


-¿Secuestró? -rió Christine- ¿qué te hizo?


-Cuando fui por primera vez a Dahelya -comencé a recordar aquella noche-. Me bajé a la playa y de repente vi una sombra que venía hacia mí. Más tarde, no quise mirar que era y me di la vuelta. Enseguida noté algo pesado golpeando mi cabeza y me desmayé.


Christine y Jonathan me miraban con incredulidad, y lo único que hice fue poner los ojos en blanco y continuar.


-Después, aparecí en una cabaña, muy extraña por cierto, y allí Jake me explicó toda la historia de Dahelya, y bueno, el resto ya lo sabéis.


Christine me miró con incredulidad, y con la mirada me soltó un <<¿En serio?>>.


-Raro -suspiró Jonathan-. Pero esto es aún más raro, ¿qué hacemos aquí?


-Fácil -contesté-. Hemos abierto un portal y ahora estamos en La Tierra.


Me senté en la arena con las piernas cruzadas y pensé en qué podíamos hacer. Estábamos los tres en una playa, en La Tierra, sin nada para protegernos. No teníamos ni comida ni bebida, cosa que no nos preocuparía si tuviésemos el Libro de Hechizos, el cuál nos abandonamos en el bosque, ya que fuimos tan listos, y saltamos al portal sin él. Lo único que poseíamos que nos podría servir de ayuda serían nuestras varitas mágicas. Quién sabe, podríamos hacer algún movimiento de varita o pronunciar algunas palabras que habíamos escuchado de Indara y salir de esta, pero sería demasiado complicado.


-¿Alguien tiene alguna idea que nos pueda devolver a Dahelya? -dijo Christine despertándome de mis pensamientos.

 

-Podríamos volver a hacer el conjuro para volver a llegar allí -propuse.

 

-¿Te acuerdas de él? -me preguntó Jonathan enarcando una ceja.

 

-Más o menos.

 

Saqué mi varita del pantalón y lo pronuncié parecido al conjuro que hice para volver aquí.

Nada.

Mi varita dejó de relucir y se apagó completamente. Intenté reanimarla agitándola por el aire, pero de nada sirvió.

 

-¿Qué pasa? -preguntó Christine.

 

-Mi varita no funciona, no me deja hacer el hechizo -contesté observando la varita, intentando descubrir porqué no podía.

 

-Déjanos intentarlo -dijo Jonathan.

 

Sacaron su varita y pronunciaron el conjuro tal y como yo lo había dicho. Sus varitas fueron perdiendo la pequeña luz que emitían hasta que se convirtieron en dos luces inexistentes.

 

-Creo saber que está pasando -deduje.

 

-¿Qué? -dijeron al unísono, mientras observaban sus varitas.

 

-En La Tierra no hay magia, no podemos conjurarla -dije. Me miraron un instante, después, volvieron a sus varitas-. Habrá que ir a algún sitio donde podamos comunicarnos con la magia para volver a Dahelya.

 

-¿Conoces algún sitio? -dijo Jonathan, apartándose ya de su varita.

 

-¡Oh, vamos! -espeté-. Yo vivo aquí al lado -dije señalando una urbanización algo alejada de la playa, pero que se veía a simple vista-. Podemos ir a un bosque que hay no muy lejos de aquí. Supongo que allí estará la cabaña de Jake, donde habrá más libros con hechizos donde podamos encontrar uno que nos devuelva a Dahelya.

 

-Perfecto -dijo Christine, que aún estaba sentada en la arena-. Esperemos que no te equivoques.

 

-No lo haré -dije mientras me sacudía la arena de la ropa-. El bosque más cercano a este está a unos doce kilómetros. Para cuando lleguemos serán las once de la noche si vamos a buen ritmo.

 

-No esperemos más, pues -contestó Jonathan.

 

Los tres comenzamos a andar por la orilla del mar hasta en dirección a donde se encontraba el bosque.

Suspiré. Espero no haberme equivocado...

viernes, 5 de julio de 2013

Capítulo 19: El Portal

Al pronunciar las palabras que el libro indicaba, varios halos de luces se formaron delante mía, a unos cinco metros, construyendo una especie de portal mágico. Era de un color dorado con alguna que otra pinta plateada dispersa en los cientos de halos de luces del portal.


-¿Qué demonios es eso? -exclamó Christine al ver ese espectáculo tan luminoso.


-No lo sé -contestó Jonathan-, pero parece un portal.


-Y es un portal -afirmé-. En el libro hay un dibujo explicando cómo es, y es prácticamente igual.


-¿Entramos? -dijo Christine levantándose del césped-. Creo que deberíamos hacerlo, no quiero seguir pululando por el bosque sin sentido.


Volví a mirar al portal. No veía otra solución, estábamos perdidos en el bosque, pero... ¿qué se escondería tras ese dorado portal? Desde luego, podría haber cualquier cosa. Podría ser algo bueno, algo que nos salvase de todos los peligros, o podía ser algo espantoso, algo que nos hiciese temblar de pies a cabeza. pero había que arriesgarlo todo, no había más soluciones a parte de esa, así que, ¿a qué esperábamos?


-Es la mejor opción -declaró Jonathan sacándome de mis pensamientos-, pero, ¿quién entrará primero?


El silencio reinó en ese momento, a nadie le gustaría cruzar un portal que no sabes a donde te llevará, porque algo peligroso podía suceder. Desde luego, por el tono de voz de Jonathan, él no sería, y a mí no me apetecía descubrir lo que habría ahí dentro, por lo menos, no sola. Entonces mi mente relució por unos momentos, se me ocurrió la solución que no conllevaría ni discusiones ni peleas, porque si nos ocurriese algo, nos ocurriría a todos.


-Todos lo haremos -propuse yo-. Si cruzamos el portal juntos, lo que nos ocurrirá, nos ocurrirá a los tres, y si nos unimos, seremos capaces de salir del embrollo en el que nos metamos al cruzarlo. Porque juntos, somos más fuertes, más capaces de conseguirlo. Juntos somos los terrestres de la profecía.


-Pero no estamos los cuatro, Dylan no está aquí -intervino Christine.


-Da igual que falte él -protesté-, si nos unimos los tres seremos más fuertes que si fuésemos por separado, porque somos un equipo, y porque tenemos su ayuda -dije señalando el libro de hechizos con mi varita en mano-. Si hemos sido capaces de abrir este dichoso portal, seremos capaces de realizar más hechizos que nos ayuden a salir de esta.


Christine y Jonathan sonrieron ante mis palabras.


-Caroline -dijo Jonathan-, tienes razón. Entraremos juntos ahí dentro, nos enfrentaremos a lo que nos espere allí, y saldremos victoriosos.


-Juntos nada nos podrá parar -habló ahora Christine.


-Entonces, ¿a la de tres?


Jonathan y Christine asintieron y se acercaron a mí. Christine se aferró a mi mano izquierda y Jonathan a la derecha. En ese momento lancé un suspiro al aire para relajarme y hablé.


-A la de una... a la de dos -agarré más fuertes las manos de mis compañeros y lancé un último suspiro al bosque-... y a la de tres.


Los tres miramos el portal y saltamos hacia él. El portal dorado nos absorbió completamente. Los miles de halos de luz que formaban el portal se descompusieron en el aire, sin dejar rastro de nosotros ni de el portal.


*     *     *     *     *     *


-Venga hablad -dijo el pequeño hombre-. No es mucho pedir. Tan sólo queremos a los cuatro terrestres.


-Nunca -protestó Jake-, no nos rendiremos tan fácilmente. Nunca adivinaréis donde se encuentran.


-No estés tan seguro -dijo el hombre-. Muchachos, registrad toda la cabaña.


Los tres guardias que se encontraban detrás de aquel diminuto hombre empujaron a Jake y registraron todas y cada una de las habitaciones de componían la cabaña. Klaynn y Kerya observaban silenciosamente como revolvían todo, intentando encontrar a los cuatro jóvenes. En ese mismo instante, Jake suspiró desanimado creyendo que los encontrarían (menos a Dylan, él estaba en un páramo desconocido para Jake), creía que los encontrarían enseguida y que los secuestrarían.


-No están aquí jefe -dijo uno de los guardias.


-No hay nadie más aquí -dijo otro de ellos.


-Ni rastro -dijo el tercero de los guardias.


Los ojos del pequeño hombre, que debía ser el líder, relucieron de ira, mientras que los de Jake, lo hicieron de esperanza.


-Os habéis librado -farfulló el "líder"-, pero sólo por esta vez. En una semana estaremos aquí de vuelta, y más te vale tenerlos presentes. Sí no están aquí, pronto correrá sangre.


Jake no dijo nada. Esperó a que se largaran de la casa y cuando ya no se les distinguía en el horizonte, dio un portazo y calló durante los siguientes diez minutos. Se puso las manos sujetando su cabeza y cerró los ojos intentando calmarse. Le sudaban las manos de lo nervioso que estaba. Le parecía que su corazón retumbaba fuertemente por toda la sala. Pensó dónde podían estar, dónde no, y sobretodo, qué peligros tenían fuera de la casa. Pensó en todos los kerems y trasgos que podían habitar en la zona, al igual que los lettos, que eran animales voladores, carnívoros y con unas peligrosas garras, y los gostrums, que al igual que los lettos, eran animales voladores, pero estos tenían otra cualidad aún más peligrosa, éste es aún más grande, por lo que es capaz de tragarte vivo, y mucha suerte tendrías de conseguir salir de él, porque una vez engullidos, sigues vivo dentro de él hasta que te deshidratas, así que no te convendría cruzarte con una manada de gostrums.


-Jake -dijo Kerya tras pasar esos minutos-, ¿no deberían de estar aquí Caroline, Christine y Jonathan?


-Deberían -replicó Jake, frustrado-. Pero no están. Antes estaba preocupado por si los encontraban aquí, dentro de casa, pero ahora estoy preocupado por si los encuentran allá donde estén.


-¿Y qué haremos?


-No lo sé.


-Yo creo que tengo una solución -dijo Klaynn, carraspeando.


Kerya y Jake se miraron entre sí y, tres segundos más tarde, miraron a Klaynn, ansiosos por oír su idea.


-¿En qué has pensado? -cuestionó Jake.


-Se puede decir que conozco a una hechicera que se sabe el Libro de Hachizos como la palma de su mano.


-¿Quién es? -dije Kerya esta vez.


-Se llama Threalyar, pero la suelen llamar Threal.


-La conozco -saltó Kerya-, mi madre era íntima amiga suya y solía hablar con ella con frecuencia.


-Perfecto -dijo Jake, sonriente y esperanzado-. En tres días salimos a buscarla. Kerya -dijo esta vez en tono interrogante-, ¿te acuerdas de donde vivía?


-Creo que sí -contestó dubitativa-. Creo recordar que vivía en Rydmore, un pueblo muy cercano a Madbelle. No nos pilla muy lejos de aquí, quizás a dos días a pie, pero no mucho más.


-Bien - Jake se levantó como una flecha de la silla-, no perdamos demasiado tiempo. Comenzad a preparar todo lo que necesitéis para el viaje. En tres días nos vamos.

sábado, 18 de mayo de 2013

Capítulo 18: El Libro de Hechizos

Andábamos, andábamos y andábamos, pero no encontrábamos ningún sitio seguro para quedarnos. Llevábamos ya unas tres horas andando y ya estábamos, no cansados, sino fatigados.


-Que idea más inteligente has tenido -dijo Jonathan.


<<Habló>> pensé. Aunque ya no me mostrase tan enfadada como antes, la ira recorría todo mi cuerpo. Necesitaba desahogarme, de alguna manera, me daba igual como.


-Por lo menos hemos conseguido salir de allí -dije mirando al suelo.


-Habría sido mejor quedarnos allí. Por lo menos estaríamos seguros de que no nos pasaba nada -protestó Jonathan, de nuevo.


-Jonathan, por qué no te callas un rato -dije ya harta-. El viaje hasta que lleguemos a algún lado se me hará más corto.


-Parad ya -interrumpió Christine-. Si queréis que el viaje se haga más corto, deberíais dejar de pelearos.


Siempre había odiado estos momentos en los que te tienes que callar y no poder soltarlo todo. Pero bueno, por una parte, Christine tenía razón, si nos callábamos, el viaje se haría más ameno que si no parábamos de discutir. De todas formas, ¿quién iba a querer seguir discutiendo? Yo, por lo menos, no.


*     *     *     *     *     *


Aterrizaron en el mismo cerro en el que aterricé al llegar por primera vez a Dahelya.


-Por fin -dijo Dylan-. ¿Ahora qué?


-¿Cómo que ahora qué?


-Qué hacemos ahora. Ya estamos en Moonlight, pero desde aquí no podemos hacer nada. No podemos hacer que vuelvan, ni por arte de magia -dijo esta vez irónicamente.


-No es un buen juego de palabras -repuso Indara con una pequeña sonrisa.


-Cállate -dijo Dylan golpeándola con el codo.


Bajaron el cerro y entraron a casa. Todo estaba tal cual se había dejado. Dylan e Indara se sentaron cada uno en un sillón y se quedaron pensativos durante un buen rato. Tras intentar llegar a la conclusión de cómo ir a rescatarles... no llegaron a nada.


-Bien, ¿qué hacemos?


-No me agobies -dijo Indara rebuscando en una estantería-. Estoy intentando buscar algún libro de hechizos que nos ayude.


Dylan apartó la mirada. Se estrujó el cerebro hasta acabar con la misma opción de siempre: ir a buscarlos. Dylan odiaba estos momentos en los que no sabes que hacer.


-Aquí está -dijo Indara sujetando un libro con sus manos. Dylan se levantó para verlo-. Vamos a ver -dijo Indara pasando páginas del voluminoso libro-, no, este hechizo tampoco, no... ¡Este!


Dylan miró con atención la página del libro. No entendía ninguna palabra del libro, todo estaba escrito en dahelyco, un idioma demasiado complicado como para aprender en el poco tiempo que hay hasta que los magos oscuros comiencen la guerra, es decir, en medio año.


-¿Qué pone? -preguntó Dylan.


-Es el hechizo número seis -explica Indara-. Teletransportación directa.


-¿Y de qué se trata?


Indara se dirigió a una habitación que ni Dylan ni nadie (a excepción de Jake), había visto. Era una guarida mágica, estaba repleta de artilugios mágicos, líquidos que desprendían un humo blanco, más blanco que la nieve. Olía extrañamente bien, tanto que era capaz de hipnotizar a cualquier persona.


-Tan sólo tenemos que pronunciar unas palabras mágicas y apareceremos en el mismo lugar en el que están el resto. Es muy fácil -respondió Indara-, no sé como no me había acordado antes de este hechizo.


Dylan seguía embobado mirando los líquidos guardados en los pequeños y olorosos frascos que había sobre la mesa. La habitación parecía una de esas guaridas que tienen todas las brujas, con caldero incluido. Dylan se acercó a una estantería llenas de libros de gran volumen y también con varios frascos. Sin que Indara se percatase, Dylan cogió un pequeño bote de líquido azul oscuro en el que había una etiqueta en la que estaba inscrita un rombo con una cruz y una circunferencia dentro de él. No sabía lo que podía significar, pero lo más probable es que podría ayudar si algo grave sucediese. Quién lo podría saber. Seguramente Indara, pero no quería preguntarla nada, sabía que no la iba a gustar que tocase sus cosas, y aún más cosas relacionadas con la magia. Dylan sabía que, si utilizábamos bien esa especie de poción, íbamos a salir ganando, pero como cayese en malas manos, o en este caso en las manos de alguien que aún no tenía ni idea de como utilizar pociones mágicas, alguien iba a salir malparado.


*     *     *     *     *     *


Pasaron las horas y seguíamos sin encontrar algún pueblo o aldea en la que residir durante un tiempo, pero no había ni rastro de ningún pueblo. Tan sólo se veían árboles y más árboles, un bosque infinito que aparentaba no tener salida. Cada vez que daba un paso más notaba que mis fuerzas disminuían. En ese momento, decidí rendirme, por lo menos por hoy. Me tiré al suelo del bosque de rodillas y me quedé sentada, descansando.


-¿Qué haces? -preguntó Jonathan.


-Descansar -contesté-. ¿No podemos parar por hoy? Tan sólo quiero descansar hasta mañana.


-Estoy contigo -intervino Christine sentándose a mi lado-. Necesitamos un descanso, llevamos alrededor de cuatro horas caminando sin encontrar salida alguna.


-Pues descansemos -dijo Jonathan, sentándose en frente nuestra.


Yo apoyé mi espalda en tronco de un árbol, Christine se tumbó en el césped y Jonathan se quedó sentado con las piernas cruzadas. Cerré los ojos y noté como la cálida brisa de la noche de Dahelya me acariciaba. Intenté relajarme pero me resultaba imposible. No me quitaba la idea de la cabeza de habernos perdido, y también era imposible relajarse con la mirada de Jonathan posada encima tuya. No le veía, pero sabía que me estaba mirando.


-Caroline -dijo Jonathan sacándome de mis pensamientos-. ¿Qué lleva la bolsa que cogiste antes de marcharnos.


Miré a una bandolera que llevaba colgada al hombro. Ya ni me acordaba de que la había cogido. Abrí la bandolera (la cual era demasiado grande para serlo), y dentro se encontraba un libro de hechizos, una botella con agua dentro y un poco de lo que debía de ser cecina. Abrí el libro, y desgraciadamente, estaba todo en dahelyco.


-¿Es un libro de hechizos? -preguntó Jonathan.


-Sí, lo es -dije pasando páginas-, pero no entiendo nada. Todo está en dahelyco.


-Podríamos intentar hacer algún hechizo, no ocurrirá nada extraño, supongo.


-Por intentar -contesté deteniéndome en una página-. Probemos con este.


Leí unas cuántas palabras que venían en una parte de la página. No sabía cómo pronunciarlas, pero por lo menos, lo intenté.

sábado, 27 de abril de 2013

Capítulo 17: Escapada


-Caroline -insistió Christine, de nuevo-, ¿qué ha ocurrido en el pueblo?

-¡Nada! -contesté sin pensar-. Por favor, que nadie me diga nada ahora... No quiero saber nada de lo que pase, por lo menos por hoy.

-Caroline, ¿qué crees que podrías hacer? No creo que quedarse encerrada en una habitación el resto del día sea una idea muy coherente.

-¿Por qué no? No molestaré a nadie, ni os tendréis que preocupar por lo que haga. Yo estaré en la habitación, observando como pasan las horas de este horrible día.

-Si no me dices que te ha pasado no te dejaré irte ninguna parte. Caroline, tu sabes bien que yo puedo guardarte el secreto, si es que no quieres que nadie lo sepa.

-Que te lo diga Jonathan -suspiré-, supongo que él lo sabrá mejor.

Me levanté y caminé hasta la habitación, conteniendo las lágrimas en mis ojos. Cerré la puerta de un portazo y me quedé a oscuras. Al segundo comencé a llorar, pero las lágrimas no querían salir de mis ojos, al parecer ya me había desahogado por el camino, en silencio. Menos mal que no estaba en ese momento dispuesta para hablar, si lo hubiese estado, quien sabe lo que le habría soltado a Jonathan y a su querida ''amiguita''. Quizás en ese momento no hubiese sido capaz de hablar, aunque hubiese querido, pero ahora mismo supongo que sí que estaría lista para decirle cuatro cositas. No pensé en nada durante los siguiente diez minutos, estaba absorta en un mundo en el que mes atrás, en la playa, había intentado entrar. Estuve sin reaccionar durante esos diez minutos, diez minutos que me resultaron ser solo dos. Cuando volví a la realidad, me di cuenta que quedarse todo el día encerrada no era una opción muy sabia, pues ahora mismo necesitaba hablar con alguien, necesitaba desahogarme, y ese alguien yo ya tenía claro quiero iba a ser. Jonathan.

*     *     *     *     *     *

-¿Dónde estamos?

-No lo sé -dijo Indara, frotándose la sien-. Quizá deberíamos volver a casa, ni sabemos donde estamos.

-¿Y cómo vamos a volver?

-Teletransportándonos.

-¿Cómo? No sabemos ni qué dirección debemos de escoger.

-Eso da lo mismo, tan solo tenemos que saber donde la casa -en ese momento, Indara sacó su varita y comenzó a hablar en dahelyco, el idioma que se suele hablar en Dahelya.

En ese momento, una luz dorada descendió sobre Indara y la comenzó a elevar en el aire, lentamente. Indara le tendió la mano y Dylan se aferró a ella como si fuese su salvación, que en realidad, si que lo era.

*     *      *     *     *      *

Jonathan cruzó la puerta de la habitación y encendió la luz de la habitación. Hecho esto, me dirigió una mirada de disculpa, pero la mirada que yo le dirigía era fría e inexpresiva, una mirada que solo él había recibido de mi parte. Se sentó a mi lado y mis mejillas se encendieron, pero no quería que él lo notase. Yo quería mostrarme fría y enfadada, cosa que nunca había sido. Yo siempre me había mostrado feliz, pacifista y soñadora, no lo que quería mostrale a Jonathan que era en este preciso momento.

-Caroline, lo siento yo no...

-Cállate, no des explicaciones. Solo contesta a  unas preguntas -dije en tono seco y apagado.

-Claro, ¿qué... quieres que conteste?

-¿Quién era esa chica y qué hacía... -las palabras se me trababan al decir esa frase-... qué hacía besándote?

Jonathan suspiró y puso los ojos en blanco.

-Ella es Kerya,la nieta de Klaynn.

-¿Qué hacía besándote? -repetí.

Jonathan dudó un momento, pero después me miró.

-No quería hacerlo, yo tan sólo...

-Vende eso en otra parte -contesté sin mirarle a los ojos-, a mí eso no me vale. Jonathan, dame una explicación que me sirva o...

No acabé la frase, la puerta se abrió de golpe y apareció Jake tras ella.

-Chicos, no hay tiempo -dijo nervioso-. Nos tenemos que marchar, ya.

-¿Qué ocurre? -pregunté levantándome de golpe de la cama en la que estabamos sentados.

-Nos han encontrado.

-¿Quién? -pregunté aún más nerviosa. Ver a Jake así me ponía más nerviosa aún.- ¿Quién no ha encontrado?

-Los kerems. Vámosnos, ¡¡ya!!

Jonathan y yo nos miramos y salimos corriendo al salón, vimos a cuatro guardias. Tres de ellos eran fuertes y robustos, pero el otro era pequeño y delgado. Tenía una cara fina, de rasgos delicados; su nariz era puntiaguda, sus labios eran finos y rosados, tenía una barbilla pequeña en la que había una pequeña perilla. Aunque los otros tres guardias eran fuerte e impotentes, quizá fuese este último el que más me causaba temor. Puede que fuese el ''listo'', por así decirlo, con tan solamente verle, ya causaba un aire enigmático y temeroso.  


-No me hagáis perder el tiempo -dijo el hombre bajito-, todos sabemos que no saldréis de aquí sin ser llevados hasta Leggevan. Entregadnos a los terrestres y os dejaremos en paz.


Todos nos miramos entre nosotros. Jonathan, Christine y yo estábamos juntos y Jake a nuestra derecha. Los cuatro hombres estaban pendientes de Jake, Klaynn y Kerya. En ese momento, en mi cabeza brilló una idea. Comencé a retroceder hasta mi habitación. Afortunadamente, no se dieron cuenta de que me iba. Desde ya la puerta de mi habitación, llamé a Christine y a Jonathan y me siguieron. Los cuatro guardias no se dieron cuenta de que nos habíamos ido gracias a que estábamos detrás de un gran mueble que les tapaba la parte de la vista.
Llegamos hasta nuestra habitación y expliqué lo que íbamos a hacer.


-Bien -dije cerrando la puerta lentamente-, este es el plan. ¿Veis la ventana que hay allí?
Jonathan y Christine asintieron.


-Pues por allí hay que salir. Nos buscan a nosotros, eso está claro. Christine, saldrán tú primero, después Jonathan, y por último yo.


Los dos asintieron y comenzamos nuestro plan de huida. Christine consiguió salir por la pequeña ventana, y Jonathan también. Antes de salir, miré a mi alrededor por si había algo que nos serviría para durar un tiempo por el bosque, hasta que encontremos un pueblo lejos de este lugar. Vi una mochila pequeña. No lo dudé. La cogí sin importar lo que había dentro y salí por la ventana.


-¿Ya nos vamos? -preguntó Christine.


Respiré hondo dos veces y antes de responder, miré que había dentro de la bolsa que había cogido. Había una daga, un libro de hechizos y conjuros, un trozo de pan y una botella de agua. Creía que habría más comida dentro, pero no fue así.


-Sí, vámonos.

martes, 26 de marzo de 2013

Capítulo 16: Sorpresa en el parque

Jake se despertó. Miró através de la gran ventana que iluminaba el salón de la pequeña caseta. En la ventana había una ramita en la que estaba apoyado un pequeño pájaro, que cantaba una melodía sencilla y bonita. Jake se había quedado dormido en el sillón, pero no había señales de que hubiese ocurrido algo preocupante, por lo que Jake no se molestó en revisar si todo estaba en orden.


-¿Jake?


Jake se sobresaltó al oir la voz de Christine. Sonrió al ver que estaba bien, que no la había ocurrido nada cuando la recogió en el bosque, pues no se pudo fijar mucho, ya que estaba todo muy oscuro. Christine tenía su pelo rubio revuelto y llevaba puesta la misma ropa que llevaba cuando salieron de Bharerr a buscarle a él y a Klaynn; una blusa blanca, unos pantalones vaqueros, unas botas y un cinturón en el que llevaba enganchada su varita mágica. Sonrió ella también y se sentó a su lado.


-Buenos días Christine -dijo Jake intentando aparentar no estar preocupado. Sabía que hoy tendría que darles la noticia a ella y a Caroline-, ¿estás bien?


-Ignorando mi dolor de cabeza -dijo Christine, tocándose la frente como si eso fuese a hacer que ese dolor de cabeza suyo parase-, todo bien.


Jake sonrió y se fue a la cocina sin decir una palabra. Christine se quedó sola en el dalón y aprovechó para fijarse más en lo que había en él. Se fijó en las fotos que había encima de la gran estufa. Fue observando muchas de ellas hasta que encontró una que era bastante actual. Estaba Klaynn con una chica de más o menos la edad de Christine. Era pecosa, pelirroja y tenía unos enormes ojos azules grisáceos. Su melena rizada la tapaba uno de sus ojos.Jake entró sin avisar de nuevo en el salón, esta vez con una bebida de color rojo.


-¿Qué es esto? -dijo Christine mirando el líquido que había dentro del vaso.


-Es una mezcla de leche de calemn con unos frutos del bosque. Te ayudará a curar el dolor de cabeza.


Christine miró con entretenimiento la bebida, cuando miró de nuevo a Jake con una pregunta en la cabeza.


-¿Qué es un calemn?


-Es una especie de animal hervíboro que hay por esta zona de Dahelya, son parecidos a las vacas terrestres, pero aquí no son blancas y negras, son de un color indefinido, yo diría que son azules.


Christine volvió a mirar el líquido y se lo llevó a la nariz para olerlo. Olía bien, pero Christine no sabía decir a qué era a lo que olía exactamente. Christine se llevó el líquido a la boca. Cuando dio el primer trago, alejó el vaso de su boca.


-Quema mucho.


-Tómatelo así -insistió Jake-, si no, no hará efecto alguno.


Christine dio el segundo sorbito y así, sorbito a sorbito, se bebió todo. Acto seguido, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, haciendo que un frío invernal entrase en su cuerpo.


-Tranquila, es lo que ocurre al tomarlo -tranquilizó Jake a Christine-. En un par de minutos estarás bien, sin dolor de cabeza.


Christine asintió, tiritando. Se acurrucó en el sillón y esperó a que se curase. Sin darse cuenta, en menos de dos minutos, ya no tenía frío ni la dolía la cabeza.


-Gracias Jake -dijo Christine levantándose del sillón.


-Te dije que funcionaría.


*     *     *     *     *     *


-¿Dónde estamos?


-En el bosque de Ghörem -explicó Kerya.


-¿Y qué hacemos aquí? -preguntó Jonathan.


-Escapar.


-¿De quién?


-De mi tío, es el jefe kerem, quiere conseguir a todos los terrestres de la profecía para absorver todos sus poderes. Tú eres uno de esos terrestres de los que habla la profecía, ¿no?


-Sí, lo soy. ¿Tú eres una kerem?


-Sí -contestó Kerya secamente.


Jonathan retrocedió dos pasos, pero Kerya le retuvo por el brazo.


-Jonathan, ya sé que te habrán dicho que no te acerques a nadie de nuestra especia, pero yo no soy como los demás kerems, yo tengo una parte maga, no tengo la necesidad de absorver poderes, como tienen la mayoría de los kerems.


-¿Hablas en serio? -preguntó Jonathan.


-Sí -contestó kerya insistentemente-. Yo no quiero ser un kerem, yo tan solo quiero ser una maga normal y corriente, como mi madre, o como mi abuelo, Klaynn.


Los ojos de Jonathan se iluminaron durante un instante.


-¿Has dicho Klaynn?


-Sí, es mi abuelo, de parte de mi madre.


-¡Klaynn es el que me recogió en la Tierra!


-¿En serio? -preguntó Kerya sin dar crédito a lo que oía-. ¡Es fántastico!


Jonathan asintió. Comenzaron a andar para intentar salir del bosque. Jonathan habló todo el rato de su vida en la Tierra y Kerya habló de su vida mientras había vivido con su tío, el jefe kerem. El mediodía se acercaba y les faltaba muy poco para llegar a un pequeño poblado de Ghörem en el que, extrañamente, no vivían ni magos oscuros ni kerems. Al llegar al poblado, se sentaron al pie de un árbol y Kerya se encogió sobre sí misma.


-¿Qué te pasa? -dijo Jonathan mirando a Kerya.


-Hace frío.


Jonathan rodeó a Kerya con un brazo y Kerya se apoyó en su hombro. Miró a Jonathan a sus preciosos ojos color chocolate y Jonathan la miró a ella también, a sus enormes ojos azules grisáceos.


-Jonathan...


-¿Qué?


Kerya no dijo nada. Se acercó a Jonathan y depositó un beso en sus labios. Jonathan abrió los ojos como platos y Kerya le rodeó con sus brazos el cuello, y Jonathan a Kerya la cintura con sus brazos mientras se dejaba llevar. Cuando Kerya se separó de Jonathan, se miraron durante un buen rato, Kerya con una chispa de luz en sus ojos, y Jonathan  sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir.


-¿Qué... qué ha sido eso?


-Un beso -dijo Kerya aún con el brillo en los ojos-, ¿te ha gustado?


Jonathan asintió y la volvió a besar, esta vez tomando él el control. Enredó sus dedos en su melena pelirroja y la besó aún con más deseo, olvidándose por completo de lo que había alrededor.


*     *     *     *     *     *


Me desperté y escuché un murmullo en el salón. Me vestí, me cepillé mi pelo moreno y liso, me aseé y me dirigín al salón.


-Buenos días -dije sonriente.


-Buenos días Caroline -contestó Christine, con una sonrisa en la cara.


-¿Dónde está Jake? -pregunté.


-Está en la cocina, pero dentro de poco se irá al pueblo, tiene que comprar algunos ingredientes para la comida de hoy.


Asentí y me dirigí a la cocina. Cuando entré, le saludé con la mano.


-Hola Jake.


-Hola pequeña -me dijo dándome un pequeño abrazo.


-¿Puedo irme contigo al pueblo? Quiero estirar un poco las piernas.


-Claro, ve saliendo fuera. Ahora salgo yo.


Salí por la puerta y miré hacia arriba , el sol estaba en lo alto. Me giré y vi que Jake ya salía de casa. Le esperé y salimos hacia el pueblo. En cinco minutos ya habíamos llegado. Había cientos de puestos en la calle principal del pueblo. Giré la cabeza y vi un parque lleno de árboles y con varios bancos.


-Jake, estaré aquí. Cuando nos vayamos a casa vienes y me avisas.


-Vale, pero no te muevas de aquí, ¿de acuerdo pequeña?


Asentí sonriente y me fui corriendo hacia un árbol que estaba lleno de manzanas de un color rojo intenso. Cogí una que estaba en la parte baja del árbol y le di un mordisco. Estaba riquísima. Le iba a dar un segundo mordisco cuando de repente vi dos figuras (de las cuales una de ella me resultaba muy familiar) en un árbol unos metros más alejado del que yo había cogido la manzana. Me acerqué y me llevé la sorpresa de mi vida. Vi a Jonathan, con una chica. Me quedé mirando, viendo como se acercaban y se besaban entre sí. En ese momento, se me escapó un pequeño grito y, acto seguido, me puse la mano en la boca, temiendo que me hubiese oído. En efecto, me había oído, pues Jonathan se giró y me miró.


*     *     *     *     *     *


-Kerya -dijo Jonathan separándose de ella.


-¿Sí, Jonathan?


-Espérame aquí, ahora vengo.


Jonathan salió corriendo antes de que Kerya pudiese contestar.


*     *     *     *     *     *


Salí corriendo y me senté al pie del árbol del que había cogido la manzana. Miré la manzana y la intenté dar un mordisco, pero Jonathan me sobresaltó.


-Caroline yo...


-No hace falta que des explicaciones -dije cortante-, ya lo he visto todo.


-Pero no es lo que tú crees, todo esto ha sido un malentendido.


-¡Creía que yo te importaba! -comencé a gritar como una psicópata descosida. No soportaba la idea de ver a Jonathan con otra chica-. ¡Creía que tú y yo podíamos ser algo más que amigos! ¡Pero no podemos ser ni eso!


-Caroline, por favor, no es lo que parece, lo que has visto no lo explica todo, no significa nada.


-Entoncesm ¿quién era esa chica y qué hacía besándote?


-Yo no quería Caroline, lo siento mucho.


-¿Y por qué no te has apartado de ella?


Jonathan se quedó callado. Le lancé una mirada de desesperación y una lágrima rodó por mi mejilla.


-Es lo que me temía -dije con la voz quebrada, intentando que sonase firme-, no te importan ni lo más mínimo mis sentimientos.


En ese momento, la chica vino hacia nosotros.


-¿Quién es ella? -le preguntó Kerya a Jonathan.


Ya no aguanté más. Me giré y me fui andando hacia los puestos del mercadillo del pueblo. Vi a Jonathan como me seguía, pero no me detuve. Encontré a Jake en un puesto y corrío hacia él. Llegué y me puse a llorar mientras me abrazaba.


-¿Qué te pasa Caroline?


-Jonathan... una chica... el parque -dije sin poder decir una frase completa.


-Tranquila pequeña, ya he comprado todo lo que necesitaba, en casa me lo cuentas.


Nos fuimos hacia casa y en el camino, cuando ya salíamos del pueblo, nos encontramos con Jonathan y Kerya. Ninguno de los cuatro dijimos nada por el camino. Yo iba abrazada a Jake, y él me tenía cogida la mano para calmarme. Jonathan y Kerya se estaban mirando, pero no hicieron nada más. Llegamos a casa y fue Jake quien abrió la puerta. Entré la primera y me dirigí al salón. Me senté en un sillón, al lado de Christine.


-¿Qué te pasa? -me preguntó Christine al verme con los ojos húmedos.


No la contesté, me quedé mirando la puerta por la que había entrado.

domingo, 10 de marzo de 2013

Capítulo 15: La caseta de Klaynn

Indara se despertó de golpe. Se había quedado dormida, al igual que todos nosotros. Nos miró a todos por encima, para ver que estábamos sanos y salvos, pero se llevó una gran sorpresa. En el suelo solamente estaba Dylan aún dormido, con la espalda apoyada en un grueso tronco de árbol, y se habían despertado en un sitio completamente distinto en el que se habían quedado dormidos. Indara se levantó de un salto y se fue corriendo a despertar a Dylan.


-Dylan -dijo Indara cogiendo a Dylan por los hombros y moviéndole-, ¡Dylan despierta! ¡Caroline y Christine han desaparecido!


Dylan abrió los ojos como platos al oir a Indara. Se levantó rápidamente y miró a su alrededor, comprobando que lo que acababa de salir de la boca de Indara era cierto. Dylan lanzó una mirada de preocupación a Indara, la cual recibió de vuelta de parte de Indara.


-¿Dónde están? -exclamó Dylan, practicamente gritando-. ¿¡Dónde están Christine y Caroline!?


Indara le puso la mano en la boca a Dylan, obligándole a callarle.


-No grites tanto -susurró Indara-, aquí puede haber alguien mirándonos. Aquí los árboles tienen ojos, todo este bosque está lleno de espías mandados por los magos oscuros.


Dylan estaba sudando. Asintió con la cabeza rápidamente e Indara apartó la mano de su boca. Dió un paso hacia delante, pero Dylan la retuvo por el brazo.


-¿Tienes alguna idea de donde pueden estar? -dijo Dylan ya más calmado, pero aún se podía notar ese toque de nerviosismo en su voz.


-No lo sé -contestó Indara mirando al cielo. Se habían quedado dormidos alrededor de las nueve de la noche, y por el orden de las estrellas en el cielo, Indara podía deducir que ahora mismo sería la una de la mañana, aproximadamente-. Pero no creo que estén muy lejos, solo han pasado dos horas.


En Dahelya, el sistema horario no era el mismo que en la Tierra. No existían ni las once y doce de la mañana ni de la noche. En Dahelya, solo había veinte horas, por lo que el día era más corto. Avanzaron lentamente por el bosque. La varita de Indara iluminaba un poco la zona por donde caminaban.


-Agárrate a mi mano -dijo Indara ofreciéndole la mano a Dylan-, no quiero que te pierdas. Cualquier cosa puede arrastrarte con ella si no estás seguro.


Dylan cogió su mano sin dudarlo ni un momento. Sabía que Indara era una maga excelente, y que si iba aferrado a ella, tendría más posibilidades de salir de cualquier trampa de este bosque tan... oscuro.


*     *     *     *     *     *


Jake avanzaba ágilmente con una daga en la mano por el bosque. Cuando se encontraba a tan solo unos metros de la caseta de Klaynn, la guardó entró dentro. Cerró la puerta sigilosamente y pasó al salón. Estaba Klaynn encendiéndo la estufa para calentar la pequeña caseta de piedra que Klaynn construyó hace tiempo para vivir en ella.


-¿Ya han despertado? -preguntó Jake. Se sentó en un pequeño sillón que estaba al lado de la estufa.


-No... Aún no... -dijo Klaynn con voz ronca- Siguen dormidas...


Jake asintió y se fue a una habitación. Abrió la puerta lo más despacio que pudo, para no hacer ruido. Andó sigilosamente y destapó las sábanas de una de las camas de la habitación.


-Caroline -dijo en un susurro-, despierta...


Abrí lentamente los ojos, al ver a Jake, sonreí y me lancé a sus brazos.


-¡Jake! -dije abrazándole con fuerza-. ¿Dónde estamos?


-Ssssh -dijo abrazándome él también con fuerza-, no hables tan alto -dijo señalando a la otra cama-. Estamos en la caseta de Klaynn. Te encontramos a tí y a Christine dormidas en medio del bosque y no podía dejaros ahí solas. Os cogí y os traje aquí.


-Muchas gracias Jake -dije aún sin soltarme de él, y hablando en susurros-, pero... ¿dónde están Indara y Dylan?


-No lo sé -dijo con un tono de voz más apagado-, los estuve buscando pero no los encontré.


Me separé de Jake y me volví a tumbar en la cama, mirando a Jake a sus ojos verdes intensos. Me quedé un rato en silencio, pensativa, mientras me aferraba a la mano de Jake con fuerza, como si cuando le fuese a soltar me fuese a caer. El corazón me iba a mil por hora, se podían oir mis latidos por toda la habitación, o por lo menos, eso me parecía a mí.


-¿Quieres que te deje descansar un poco más? -dijo Jake levantándose.


-Por favor -contesté sonriendo, cansada.


-Bien -dijo dándome depositando un beso en mi frente-, descansa.


Cerré los ojos e intenté dormirme, pero no podía. Los latidos de mi corazón me rebotaban en la cabeza y estaba muy, muy nerviosa. Intentaba tranquilizarme, diciéndome a mí misma que si estaba Jake a mi lado, podía dar por hecho de que iba a estar segura, o por lo menos eso era lo que yo pensaba. Me acurruqué en la cama y me hice un ovillo, metiendo la cabeza entre las rodillas y rodeándome con las manos. Así conseguí dormirme...


*     *     *     *     *     *


-¿Se lo has dicho ya? -preguntó Klaynn cuando vio venir a Jake de la habitación.


-No, aún no -contestó Jake-. Quiero que, por lo menos, duerman una noche tranquila.


-Está bien... -habló Klaynn entre tosidos- Pero que no pase mucho tiempo... lo tienen que saber cuanto antes... ellos... se están acercando...


Jake afirmó con la cabeza y se volvió a acomodar en el sillón. Después, se puso la mano en la frente y suspiró.


-Creo que sería más acertado que fueses tú quien les dijese la noticia, tú eres quien sabe más del tema, ¿no crees?


Klaynn carraspeó y se dispuso a hablar.


-Vale pero... tú también deberás explicarles... qué deben de hacer cuando... -tosió fuertemente, tanto que retumbó por toda la habitación- cuando estén solas... Tienen que saber que no siempre vamos a poder... poder estar... a su lado...


La voz ronca de Klaynn cada vez iba siendo más apagada. Sus ojos de color miel ya no expresaban todo lo que él quería expresar. Klaynn era muy débil, era ya tan, tan viejo que hasta la magia se le iba de las manos.


-Creo que tú también deberías pasar una noche tranquila -dijo Jake ayudando a Klaynn a ponerse de pie-. Yo me quedaré en guardia esta noche.


Entre sus múltiples arrugas que cubrían su rostro, un pequeña sonrisa apareció entre estas.


-Muchas gracias Jake... eres muy amable...


Jake sonrió y le ayudó a andar hasta su habitación. Se tumbó en la cama y se quedó dormido en unos pocos segundos. Jake cerró la puerta lentamente y se volvió al salón. Se sentó junto a la hoguera y se quedó allí, esperando a que la noche fuese tranquila, y que no hubiese pasado nada cuando los rayos del sol de la mañana entrasen por la ventana del salón.


viernes, 8 de febrero de 2013

Capítulo 14: El bosque de Ghörem

Indara caminaba firmemente delante nuestra mientras nosotros nos dirigíamos miradas incoherentes durante todo el camino. Yo llevaba casi todo el tiempo con la mirada perdida en las espesas copas de los árboles, de los cuáles nunca encontraba su fin por su inmensa altura. El ánimo de Indara caía un escalón más por cada paso que daba: primero, había pérdido a su hermano mayor, y por si eso fuese poco, también había perdido a Jonathan en el bosque de Ghörem, y actualmente la situación estaría difícil, pues en el bosque de Ghörem hay mil y un escondrijos, a los cuales es muy dificil acceder sin perderte. Me impresionaba que Indara no hubiese escogido continuar con la búsqueda de su hermano pero, ¿pondría en peligro a todos los habitantes de Dahelya? Sin Jonathan, la profecía estaría incompleta, y si Jonathan no está en ella, la profecía no se cumpliría y todos los magos de la luz caerían con la profecía al pozo de la maldad...


*     *     *     *     *     *


Abrió los ojos. Se encontraba adormilado en un lugar frío y húmedo. Estaba tumbado sobre una cama, donde el otro lado de esta estaba tan frío y vacío como la habitación en la que se había despertado. Se levantó de la cama, dolorido por sus múltiples golpes por todo el cuerpo. Miró a su alrededor y lo único que pudo ver fue la cama en la que había permanecido dormido durante un tiempo, una mesilla de noche con una pequeña lamparita que enmanaba una tenue luz a su alrededor y que iluminaba débilmente aquel cuarto, y una puerta. Él no podía esperar más.Tenía que salir de allí, aquel sitio le daba muy mala espina. Abrió lentamente la puerta y, para su desgracia, había alguien esperando al otro lado de ella. Llevaba una larga túnica que la llegaba hasta el suelo, con capucha (la cual llevaba puesta), que sólamente dejaba a la vista una nariz pequeña y unos labios hermosos y perfilados.


-Estaba esperando a que despertases, ha pasado ya un buen rato -dijo la encapuchada. Por su voz, él dedujo que se trataba de una mujer.


Tragó saliva y se armó de valor para hablar con la desconocida, pues aquella chica tenía un aire enigmático y misterioso a su alrededor.


-Siento haber tardado tanto -murmuró con un hilo de voz. Las palabras que pronunciaba se le trababan por los nervios que él sentía en este momento-. ¿Quién eres tú?


La mujer rió enigmáticamente. A continuación, se quitó la capucha y él pudo ver al fin su rostro. Sus ojos eran grises, con algunos toques azulados, y su larga melena rizada era pelirroja. Aquella chica era muy bella, mucho más que el resto de dahelyanos que había podido ver por el camino. Sus pecas en las mejillas la hacían aún más infantil, por lo que pudo deducir que aquella chica tendría unos 15 años.


-Yo soy Kerya -dijo tranquila y dulcemente-, soy la jefa del clan de las siete lunas. Tú deberías ser Jonathan, ¿estoy en lo cierto? -dijo mirando a Jonathan fijamente a los ojos.


Jonathan asintió con la cabeza torpemente. Sentía miedo, pánico por aquella chica de ojos grisáceos.


-Y -dijo Jonathan con la voz ya más tranquila y relajada, pero aún temblorosa-, ¿qué es este lugar?


Kerya lo miró misteriosamente y se mordió el labio inferior. Sin hacer caso a la pregunta de Jonathan, Kerya añadió algunas palabras.


-Sígueme -espetó sin responder a la pregunta que Jonathan había formulado.


-Pero qué es... -dijo Jonathan sin acabar la frase por completo, puesto que Kerya lo miró de nuevo seriamente a sus ojos color chocolate, haciendo que Jonathan se debilitara cada vez que sentía su mirada posada sobre él.


-Sígueme.


Jonathan asintió con la cabeza, siguiéndola por el largo pasadizo por el que caminaba Kerya. Aquel pasillo estaba iluminado por varias antorchas colgadas en las paredes del pasillo de aquel enorme castillo. Jonathan siguió a Kerya hasta que llegaron a una puerta de donde procedía una luz muy pequeña, pero que Jonathan ya había percibido.


-Entra aquí -dijo Kerya mostrando una pequeña sonrisa de la que cualquiera se fiaría de ella.


Jonathan asintió mientras Kerya abría la puerta con una llave de plata, sin darse cuenta de lo que iba a ocurrir a continuación, en cuanto Jonathan cruzase esa puerta tan misteriosa a la que Kerya, aquella chica de más o menos su edad, la había conducido, y que probablemente, desconociese el porqué.


*     *     *     *     *     *


Christine, Dylan y yo ya andábamos a duras penas por el césped del bosque, pero Indara era imparable. Al no poder caminar más, nos tiramos los tres al suelo, agotados.


-Por favor, Indara -dijo Dylan jadeando-, vamos a parar a descansar un poco, estamos muy cansados.


-¿Os preocupa más descansar que encontrar a Jonathan? -preguntó Indara mirándonos a los tres, cortante-. No debemos parar, debemos de encontrar a Jonathan, porque sin Jonathan, la profecía no se cumplirá, y si la profecía no se cumple, todos caeremos en el dominio de los magos oscuros que probablemente hayan secuestrado a Jonathan, y eso no debe ocurrir.


-Indara -dije yo sentada en el césped-, reconoce que tú también estas agotada del viaje, necesitamos descansar, sobre todo tú.


Indara negó con la cabeza, pero finalmente, suspiró y se tiró al césped.


-Sabéis qué -dijo suspirando-, tenéis razón. Pero si no encontramos a Jonathan, la situación tendrá consecuencias bastante graves, y no me gustaría que eso pasase.


Los cuatro nos tumbamos en el césped a descansar. Inconscientemente, los cuatro caímos en un profundo sueño, sin darnos cuenta de que ese era el mayor error que podíamos haber cometido en el bosque de Ghörem...

sábado, 26 de enero de 2013

Capítulo 13: Desaparecido

Los grandes rayos del enorme sol que había sobre Dahelya se colaban entre las grandes hojas de los árboles. Me levanté y me estiré sobre la gran rama del árbol. Parpadeé un par de veces hasta que me despejé por completo, y, después de esto, pude contemplar como Indara aún seguía dormida. No era de extrañar, pues el día anterior Indara no había descansado hasta muy tarde. Levitando, bajé del árbol y, antes de llegar hasta abajo, vi como Shyra ya estaba esperándonos a Indara y a mí. Cuando llegué abajo, Shyra me recibió con una gran sonrisa.


-Buenos días Caroline -murmuró ella con una gran sonrisa-, ¿dónde se encuentra tu maestra? Creía que ya estaríais las dos lista para proseguir con el viaje.


Ladeé la cabeza de un lado a otro mientras mantenía una sonrisa en mis labios.


-Pues no es así -dije sonriente-. Indara aún está arriba descansando, está molida desde ayer por la noche.


Shyra mostró en su rostro un signo de sorpresa. Después, sonrió de oreja a oreja.


-Oc... ¿ocurre algo, Shyra? -la pregunté.


-¿Has dicho Indara? -preguntó ella, aún sorprendida-. ¿Tu maestra es Indara Khybber?


Asentí con la cabeza, sin estar segura del todo. No sabía si se referiría a ella pero... ¿A qué otra Indara podía conocer?


-Es increíble -prosiguió ella-. Nosotras dos fuimos juntas en la escuela de magia. Eramos íntimas amigas, nada nos podía separar: excepto el destino, que es lo que hizo.


-En... ¿en serio? -dije felízmente.


Shyra asintió con la cabeza y su sonrisa se hizo aún más amplia.


-De verdad -dijo Shyra.


Dicho esto, Shyra empezó a elevarse, más rápida que como yo había hecho tiempo atrás. Subió a la rama del árbol y despertó a Indara. Yo, me quedé desde abajo, mirando y esperando a que las dos bajasen del árbol. Al bajar, las dos hablaban seguidamente, tendrían miles de cosas que contarse entre ellas.



*     *     *     *     *     *

 


-Está bien -dijo Christine tumbándose en el césped-, ya no puedo más.


Jonathan y Dylan copiaron a Christine y se tumbaron junto a ella. Christine arrancaba la hierba con una mano mientras con la otra jugueteaba con su pelo rubio. Alzó la mirada y se quedó mirando las grandes copas de los árboles. Dylan se apoyó su espalda en un árbol y lanzó un suspiro de agotamiento e intercambió una mirada con Jonathan, que le miraba con cansancio.


-¿Crees que les encontraremos a tiempo? -murmuró Dylan.


-Debemos encontrarles -dijo Christine incorporándose un poco hasta quedar mirando a Dylan a sus ojos azules-. Caroline e Indara no deben de estar muy lejos y no podemos desistir ahora. Estamos en medio de un bosque en el que nunca hemos estado y necesitamos seguir dando vuelvas hasta encontrarlas. Es la única opción que nos queda.


Los tres se quedaron pensativos, hasta que un ruido extraño les sobresaltó.


-Qué... ¿qué ha sido eso? -preguntó Jonathan poniéndose de pie, alerta.


-No lo sé -contestó Dylan-, pero esto no me da muy buena espina.


Christine se levantó rápidamente e hizo una señal a Jonathan y a Dylan para que la siguiesen.


-Salgamos corriendo de aquí, no quiero que nos pase nada.


Los tres comenzaron a correr. Algo destrás suya se movía rápidamente, pero no eran capaces de percibir que era. Se escuchó un gran ruido cerca de ellos, pero no hicieron caso y continuaron corriendo, no querían descubrir que era aquello que les acechaba.



*     *     *     *     *     *



Shyra e Indara no pararon de charlar durante el camino. Yo, las miraba con curiosidad. Indara, que no había hablado mientras habíamos comenzado el viaje, ahora estaba charlando más que nunca. Se la veía feliz, a pesar de no saber donde se encontraba su hermano mayor, que la había cuidado desde pequeña, ya que sus padres murieron en una guerra en Rhöeld, reino en el que habían nacido los kerems.


-Demos las gracias a los dioses por esto -dijo Indara-. Nunca pude imaginarme que después de tanto tiempo nos volviésemos a encontrar.


-Todas nuestras gracias -dijo Shyra-. Me alegra mucho volverme a encontrar contigo.


Continuaron hablando por el camino. El sol ya empezaba a ponerse. En ese momento, intervení en la conversción por primera vez.


-Siento interrumpir -dije intentando llamar la atención-, creo que deberíamos parar aquí. Ya está anocheciendo y necesitamos descansar.


Indara asintió junto a Shyra y las tres nos dirigimos hasta un pequeño poblado enano, donde pasaríamos la noche.



*     *     *     *     *     *



Aún continuaban corriendo. No habían parado, hasta que vieron un pequeño poblado, justamente el poblado en el que Caroline, Shyra e Indara. Corrieron hasta el y vieron a Indara y a Caroline junto a otra chica que aún era una desconocida para ellos. Corrieron hacia Caroline.


-¡Caroline! -gritaron al unísono.



*     *     *     *     *     *



Me giré y eché a correr yo también. Abracé a Christine con todas mis fuerzas y después abrecé a Dylan.


-Chicos, como me alegro de que estéis aquí -dije sonriente.


-Queríamos acompañarte a buscar a Jake y a Klaynn, no queríamos dejarte sola.


Suspiré y los volví a abrazar a los dos, después los miré con agradecimiento, pero noté que faltaba alguien...


-Muchísimas gracias chicos pero... ¿Jonathan no ha querido venir?


-¿Qué? -dijo Christine extrañada-. Claro que ha venido, si está aq... -Christine calló y se quedó estupefacta. Después miró por donde habían venido y cruzó su mirada con la de Dylan.


-No me digas que... -dijo Dylan sin acabar la frase.


-Sí, sí ha pasado... -dijo Christine.


-¿Alguien me puede explicar que está ocurriendo? -dije seriamente.


-Caroline -dijo Dylan, preocupado-, Jonathan venía con nosotros. Todo andaba bien hasta que entramos en aquel bosque -señaló un bosque que se encontraba al oeste-. Comenzamos a oir ruidos extraños y echamos todos a correr, pero a Jonathan le debe haber alcanzado... eso.


Su voz cada vez era más apagada. Miré a Christine, y ella asintió, preocupada. Volvía a alzar mi mirada hacia Dylan.


-¿Y qué es "eso"? -pregunté.


-No lo sabemos -me contestó-. Oíamos sus pasos y lo único que hicimos es huir de aquello. Pero Jonathan no tuvo la misma suerte que nosotros de poder escapar.


-¿Y dónde está? -pregunté entrecortada.


-No lo sabemos -contestó esta vez Christine-. Está dentro de aquel bosque -señaló el mismo bosque que antes había señalado Dylan-. Algo le ha secuestrado y no sabemos que ha ocurrido con él.


Se me hizo un nudo el estómago. Comencé a dar pasos hacia atrás, después, me giré eché a correr hasta la cabaña en la que Indara había entrado.



*     *     *     *     *     *



-¡Indara! -dije corriendo hacia ella-. Hay un grave problema.


-¿Qué pasa Carolione? -dijo mientras bebía un brebaje extraño que los dueños de aquella posada la habían entregado.


-Christine y Dylan están aquí.


-¿Y cuál es el problema? -dijo Indara mientras daba un sorbo a su bebida.


-Que habían venido con Jonathan, pero le han secuestrado.


Indara se atragantó con su bebida. Se levantó de golpe y la seguí hasta la puerta. Salió de ella y se dirigió hacia Dylan y Christine.


-Vámonos -dijo haciéndonos una señal-. Nos vamos a buscar a Jonathan.


Los tres asentimos. Comenzamos a andar hacia aquel bosque tan extraño, tan oscuro, que daba escalofríos. Habíamos llegado al bosque de Ghörem.

domingo, 6 de enero de 2013

Capítulo 12: Shyra Gayer

La luna y las estrellas cubrían el cielo nocturno de Dahelya y Christine aún no descansaba. Examinó la casa, rodeó el cerro, recorrió por enésima vez las calles estrechas de Bharerr, pero no encontró nada. Exhausta, Christine se sento en un banco, ya desesperada. Apoyó sus brazos sobre sus rodillas y lanzó un suspiro de agotamiento. De repente, una mano se posó sobre el hombro de Christine y esta, sobresaltada, se giró para ver de quién se trataba. Sonrío al ver que era Dylan y a su lado de acompañaba Jonathan. Estos rodearon el banco y se sentaron al lado de Christine.


-¿Estás bien? -la preguntó Jonathan- ¿Qué haces que no estás descansando a estas horas?


Christine se giró hacia Jonathan, que este tenía posada su mirada de color marrón sobre ella.


-Me he pasado todo este tiempo buscando a Indara y a Caroline -dijo apoyando su espalda en el banco-. No aparecen por ninguna parte, y tampoco aparece Jake. ¿Y qué hay de vosotros? ¿Vosotros tampoco descansáis?


Dylan y Jonathan ladearon la cabeza de un lado a otro.


-Klaynn no está en casa -dijo esta vez Dylan-. Le hemos buscado muchas veces pero no aparece por ningún lado. Nos contó que tenía unos asuntos pendientes con Jake, unos asuntos en el bosque de Ghörem.

 

Christine frunció el ceño. Había oído hablar de ese bosque, pero lo que sus oídos habían escuchado no era nada bueno. Christine se levantó del banco y de repente entendió todo. Indara y Caroline se habían ido en busca de Jake, pero ¿por qué Caroline también? Christine no lo sabía pero si tenía claro una cosa: iría en busca de Caroline y de Indara a aquel bosque, quería vivir su primera aventura en Dahelya, quería adentrarse a lo desconocido. La daba igual lo que hubiese en ese bosque, solo tenía claro una cosa: no dejaría escapar la oportunidad de indagar en el bosque de Ghörem.


-Chicos -dijo girándose hacia ellos dos-, me voy al bosque de Ghörem.


Dylan y Jonathan se asombraron. Christine se dirigió a paso ligero a la casa de Indara, donde cerró al puerta de golpe y empezó a preparar todas las mercancías para su viaje.


Fuera, Dylan y Jonathan se quedaron en silencio un buen rato, pero después, iniciaron una conversación.


-¿Crees que deberíamos ir con ella? -dijo Jonathan al fin.


-Por supuesto -contestó Dylan-. Christine cree que es muy independiente, pero se perderá enseguida. Deberíamos acompañarla, de paso también averiguamos que se traía Klaynn entre manos.



*     *     *     *     *     *



Me desperté, sobresaltada. Había tenido una pesadilla. Vi como Indara descansaba dulcemente apoyaba en el tronco del árbol, y decidí no molestarla. Saqué mi varita y moví las manos haciéndome levitar. Salté ligeramente desde el árbol y caí lentamente, aún con la varita en mi mano. Cuando llegué al suelo, realicé una bola de fuego en mi mano, para poder ver en aquella oscuridad que dominaba el bosque. La pequeña llama que encendí sobre mi mano me bastó para ver que a pocos metros de mí, se encontraba una sombra difuminada entre los árboles. Tragué saliva, en esos momentos, prefería haber continuado en mi pesadilla que haber bajado del árbol a explorar la zona. Me acerqué, lentamente, y me quedé a una prudente distancia de aquella sombra. Más de cerca, pude ver que era una persona y por sus rasgos físicos pude ver que era una mujer. La mujer se giró y me vió. En ese instante, pegué mi espalda al árbol más cercano y aquella chica vino hasta estar a menos de un metro de mí.


-¿Quién eres tú? -dijo la extraña. Clavó sus ojos morados en mí y en ese momento me estremecí. Me miró de arriba a abajo y luego añadió unas palabras-. ¿Y que hacías en este bosque?


Tragué saliva y la miré, intimidada por su mirada y por la daga que se escondía en su cinturón.


-Soy Caroline -dije con la voz temblorosa-, Caroline Morgan. Voy de viaje hacia el bosque de Ghörem -el miedo me paralizó por unos instantes, pero finalmente, me decanté por preguntar-. ¿Y quién eres tú?


Aquella chica esbozó una sonrisa y escupió una leve carcajada.


-¿Yo? -dijo. Su voz era cantarina y dulce, pero al mismo tiempo era misteriosa-. Yo soy Shyra Gayer, guerrera del clan élfico. Con que Caroline, ¿es así? Había oído hablar de tí, eres una terrestre de la profecía.


Iba a pronunciar palabra pero decidí no hacerlo. ¿Cómo me conocía? ¿Acaso era tan importante la profecía? Aún estaba muy perdida por este mundo mágico. Profecías, magia, guerreros...


-Sí, soy yo -dije yo más tranquila-. ¿Qué es el clan élfico?


Sus ojos morados resplandecieron por un instante. Después me miró y sonrió.


-El clan élfico es un grupo de elfos que luchan contra la hermandad de los guerreros de la noche. Los guerreros de la noche son el clan de los magos oscuros que se quieren apoderar de Dahelya, con la ayuda de sus aliados, los kerems -sonrió pícaramente y me clavó una mirada-. Creo que tú podrías acabar con ellos.


-¿Yo? -enarqué una ceja y después añadí:- No tengo casi conocimientos sobre magia, ahora mismo no serviría en una guerra mágica.


Shyra sonrió y negó con la cabeza.


-Eso me temía -dijo Shyra-, ¿vienes con tu maestra?


Asentí con la cabeza y acto seguido, miré al árbol donde Indara descansaba.


-Bien, os acompañaré en vuestro viaje, tengo unos asuntos pendientes en Ghörem -sonrió Shyra-, de paso me gustaría ver que secretos se esconden allí -levantó un dedo y me señaló a mí-. Mañana nos vemos aquí, partiremos junto a tu maestra.


Dicho esto, se giró y se fue por donde había venido, pero antes hablé.


-Pero, no creo que sea una buena idea, puede que... -callé, pues vi como la guerrera se giró y me fulminó con una mirada. Tragué saliva y asentí con la cabeza-. Vale, hasta mañana.


Shyra sonrió y continuó su camino. Después de esto, cerré la llama de mi mano y con mi varita, levité. Cuando llegué a la rama donde antes me había despertado, caminé hasta ella con cuidado de no despertar a Indara y me volví a dormir, como si no hubiese ocurrido nada...


*     *     *     *     *     *

 

Christine salió de la casa con una mochila colgada sobre su hombro derecho y andaba con paso firme. Llevaba la vista fija en el horizonte, donde se extendía el bosque de Moonlight, y tras él, el bosque de Ghörem. Fue a dar un paso, pero alguien la paró posando su mano en el hombro que la quedaba libre. Eran Dylan y Jonathan. Sonrió al verlos.


-Chicos -preguntó Christine-, ¿qué hacéis aquí?

 

-No dejaremos que vayas sola -dijo Dylan sonriendo-. Alguien te tenía que acompañar.

 

Christine sonrió a su vez y les abrazó a los dos, con fuerza.

 

-Gracias chicos -musitó Christine-, gracias por acompañarme.

 

Christine se separó de los dos y esta vez, habló Jonathan.

 

-No perdamos más tiempo -dijo Jonathan-, hay un largo camino hasta Ghörem.

 

Dicho esto, los tres jóvenes emprendieron el camino hacia el bosque de Ghörem...